Galán-como le conocen los suyos- me habla desde su casa en Doñana rodeado de alcornoques, pinos de ochenta años, lirios y malvas , mientras se oyen de fondo gorriones, mirlos, pinzones o abejorros, que tienen una actividad primaveral frenética propia de la época. Al sonido natural del Parque se suma el de las máquinas que realizan los trabajos forestales que se hacen a diario y que son tan necesarios unos y otros. Aunque conoce los bosques y selvas de medio mundo confiesa que desea siempre volver a Almonte para tocar el suelo, oler la arena y disfrutar del silencio.
