Hicimos esta ruta casi dos décadas atrás con un grupo numeroso de adultos y niños. El recuerdo que guardaba del lugar era mágico: un campo de narcisos en medio de la hierba verde entre el río y la nieve de las alturas. Aunque lo que encontramos no fue igual, es una ruta que no defrauda.

Iniciar el camino después de pasar por Candelario ya merece la pena. Dejamos el coche en la Dehesa después de haber recorrido unos kilómetros por un camino de tierra entre castaños, robles, pinos y algo de ganado que permanece tranquilo a nuestro paso.


Emprendemos la subida por la pista de tierra que rápidamente tiene su desviación a mano derecha. En realidad hay varias desviaciones alternativas y cada cual puede elegir la que quiera. Nosotros optamos por ir a la aventura unos 100 metros, que se hicieron eternos, hasta que retomamos el sendero marcado.
Nuestra idea era llegar hasta el nacimiento del río Cuerpo de Hombre, situado a 2.000 metros de altura, pero al final nos quedamos unos metros antes, concretamente en el Refugio de Hoya Cuevas.
Encontramos algunos tramos con nieve de los últimos días y el terrenos estaba, además, bastante encharcado por las lluvias recientes. Aunque, como dije antes, hay desviaciones indicadas con hitos, nosotros decidimos atrochar por una ladera sin senda marcada entre piornales y retamas. Una subida de tan solo 100 metros que se nos hicieron eternos y solo por ahorrarnos un kilómetro .


Abandonamos la improvisación para retomar el camino trazado. Un sendero marcado por hitos, como toda la ruta, que nos va llevando poco a poco hasta el encuentro con el río Cuerpo de Hombre. No luce el sol, incluso la niebla hace acto de presencia a medida que vamos tomando altura. Conviene parar de vez en cuando, no solo para tomar aire, sino para contemplar la Sierra de Béjar con unas vistas espectaculares. De fondo, el ruido de las aguas que bajan con fuerza nos hace pensar que estamos cada vez más cerca de nuestro objetivo. Apenas podemos levantar los ojos del suelo porque está prácticamente inundado de agua y son pocos los tramos secos.

Llegamos hasta la explanada en la que hacemos una parada de más tiempo, el sitio lo requiere. Son los meandros del río que corre espectacular y la primera imagen que nos viene a la cabeza es la de un baño allí mismo en pleno verano.



Decidimos no subir hasta el nacimiento del río y quedarnos a comer en el Refugio de Hoya Cuevas, unos metros más arriba. Y así es, lo que ocurre es que el estado del refugio es bastante lamentable y no invita precisamente a comer dentro. La solución la encontramos justo al lado, en unas grandes planchas de granito que utilizamos a modo de mesa. Nos abrigamos bien y comemos.



Poco después iniciamos el descenso por la ruta marcada. A pesar de un par de resbalones con el hielo que me llevé de propina, el camino de vuelta es precioso porque, además de llevar el curso del río a tu lado, las vistas son todo un espectáculo.





Ya sabéis que suelo dejar el track de la ruta en WIKILOC. Te propongo que te suscribas a mi cuenta para ver esta y otras rutas, ¿te apetece?
Terminamos la ruta y optamos por hacer una parada en Candelario, como no. Tomar un café al sol fue la recompensa perfecta al esfuerzo, y no solo el café sino la conversación con los nuevos propietarios de El Portón, un clásico del pueblo que ahora es regentado por una pareja encantadora.
Pongo el broche final con el vídeo resumen que subo a mi Instagram.
¡Hasta la próxima!
El link de esta ruta se lo he mandado a unos amigos que tienen segunda casa en Candelario. Quizá ya la conozcan -son muy andariegos- pero en todo caso les encantarán tus comentarios y tus fotos.
Enhorabuena también.
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Seguro que la conocen y la habrán hecho, es un clásico. Te agradezco la difusión, Emilio.
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