Hace tres años, un ciudadano de León se tomó la molestia de escribirme un correo para compartir su desacuerdo conmigo sobre una opinión que di en el programa “Cuestión de Prioridades” de CyL TV. El hombre estaba realmente enfadado conmigo por haber afirmado que los plenos de las Cortes o las sesiones del Congreso de los Diputados me parecían “un circo». Y que la política, en general, me parecía un circo, donde prima el espectáculo y no la gestión. Ha pasado el tiempo y no solo sigo opinando lo mismo, sino que, además, todo ha ido a peor.
Son tiempos de desesperanza, desilusión, tiempos en los que no soy capaz de ver un atisbo de positivismo. El otro día Iñaki Gabilondo le decía a Mara Torres en la SER, que le costaba mucho mirar el futuro con esperanza porque por primera vez en su vida no veía en el horizonte ninguna luz medianamente progresista, ninguna. Tratamos de acomodarnos lo mejor posible en ese entorno hostil y ya. Mejor no moverse.
La política en España se ha convertido en un espectáculo estéril, incapaz de dar respuesta a los problemas más urgentes de la ciudadanía.¿Dónde está el consenso?¿Quién piensa en dialogar con el adversario si lo único que sale de sus bocas es el insulto, el odio y la falta de respeto? Lo que debería ser el espacio del acuerdo y la gestión, es hoy un campo de batalla donde prima el cálculo electoral por encima de cualquier compromiso con el bien común. Se elige a los portavoces de los grupos políticos a cada cual más bronco, a ver quien dice la mayor barbaridad al de enfrente.
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