Salamanca ha sido durante un día la capital mundial de la ciencia. Decenas de científicos se han reunido en torno a la figura de nuestro Nobel Santiago Ramón y Cajal para rendirle homenaje. Y es que 2024 es el Año Cajal.Una celebración que se extenderá hasta mediados de 2025 y que se celebrará con distintos eventos que reivindiquen la figura del científico más importante de nuestra historia.
Foto de los participantes al final de la jornada

El homenaje que hemos llevado a cabo en Salamanca no ha podido tener mejor balance. Sabíamos que era un reto difícil por lo complejo de la organización, pero si hay algo que lo ha hecho posible, ha sido el entusiasmo y el trabajo en equipo de todas las personas involucradas, algo que coincide precisamente con el espíritu cajaliano. Precisamente lo que caracteriza la manera de trabajar de nuestro homenajeado es el compañerismo, esa forma de investigar conjuntamente y no en solitario, hacer equipo.
Con un formato novedoso y arriesgado, aunque al principio parecía imposible, todas las ponencias se desarrollaron según el horario previsto. Fueron cuarenta ponentes los que dieron su particular visión de Cajal desde muchas perspectivas: el niño, el deportista, el dibujante, el honrado, el fotógrafo, el escritor o el neurólogo. Facetas que dejaron claro de nuevo que estamos ante no solo el padre de la Neurociencia moderna, sino a todo un humanista.
Pero dejadme que, de entre todas las ponencias y discursos de los participantes, destaque una por encima del resto. La de Mariano Barbacid, profesor AXA-CNIO de Oncología Molecular y director del Grupo de Oncología Experimental del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO). Sus palabras no son nuevas, es una reivindicación que se hace desde hace décadas, pero no por ello, debe caer en el olvido. Aunque, a juzgar por lo hecho hasta ahora, por parte de quienes deberían hacerlo, pareciera que así es. Y es que solo hay un problema con la ciencia y los científicos: la falta de financiación. Algo que también salió a lo largo de la jornada por boca de los allí presentes y que tuvieron que irse de España para poder desarrollar sus carreras. Esa diáspora de cerebros, como la llama Barbacid, no existiría si las administraciones se comprometieran con la ciencia y la vieran como una inversión, y no como un gasto.
Ojalá este homenaje de Salamanca a Cajal sea la primera piedra de futuros encuentros, podamos seguir reivindicando su figura y sirva de inspiración a todos los que empiezan a labrar su futuro.



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