Ha sido nuestra primera ruta sin Jazz, nuestro Yorkshire que, desde hacía diez años, nos acompañaba a todas partes. A todas. De ahí que le hayamos dedicado este camino entre Madroñal y Cepeda en el que su espíritu ha ido a nuestro lado.

JAZZ

Estamos en pleno corazón de la Sierra de Francia. Se trata de una ruta circular de 8,8 kilómetros bien señalizada, sencilla y para realizar por niños y adultos. La mejor época para hacerla es el otoño, debido a que se trata de un sendero micológico y la variedad de hongos es espectacular. Además, podemos ver a lo largo del camino carteles con las explicaciones convenientes sobre cada una de las especies del lugar.

Iniciamos la ruta desde Madroñal, por un paisaje plagado de huertos con frutales donde predominan los cerezos y las viñas. Junto a algunas de estas huertas vemos pozos convenientemente vallados para impedir posibles caídas. Es triste, pero la maleza inunda algunas de las huertas, sobre todo las más alejadas del pueblo, lo que nos indica el abandono que sufren desde hace tiempo.

Pinos, castaños, robles, escobas, jaras y, por supuesto un maravilloso bosque de madroños nos esperan a lo largo del camino.

La primavera está en todo su esplendor y se nota, no solo en lo verde de la vegetación, sino en el cantar continuo de pájaros y revoloteo de mariposas que, no sé si milagrosamente, han vuelto a los campos.

Así llegamos a Cepeda, catalogado como uno de los Pueblos Mágicos de España. Recorremos sus calles con las construcciones típicas de la Sierra de Francia, donde abunda el entramado de madera en las fachadas. Nos dirigimos hacia la salida del pueblo y pasamos por la Fuente del Castañar, de estructura abovedada y que sirvió en su día como lavadero de ropa. Cuento más detalles en el podcast 🙂

La mayor parte de la ruta transcurre por una pista de tierra y es sombría, sobre todo cuando nos sumergimos en el bosque de madroños que, como cuento en el podcast, da la impresión de que nos vaya a salir detrás de un helecho el bandido Fendetestas.

Llegamos hasta el Puente de la Dehesa que atraviesa el arroyo de San Pedro del Coso. Se trata de una construcción de piedra, del siglo XVI sobre la que se apoya un roble centenario. Es un roble albar, una especie poco común en esta zona por ser de clima atlántico que, además, ha crecido junto a una de las paredes del puente a modo de contrafuerte, lo que ha ayudado a la conservación del mismo.

El paseo por el bosque se hace de lo más agradable debido a la sombra que nos dan los madroños, robles y castaños. Es un tramo sencillo que nos llevará hasta las huertas próximas a Madroñal. Las más cercanas al pueblo están cuidadas, pero no ocurre lo mismo con las más alejadas, donde la maleza ha crecido a su aire dejando bien claro que están abandonadas. Aquí ponemos el punto y final a este recorrido sencillo que os cuento en formato podcast y que os invito a escuchar como si fuéramos juntos caminando.

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